Ruanda: Genocidio en África por hambres de Europa

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“En situaciones de injusticia, el silencio de los buenos es lo único que necesitan los malvados”.

Los destinos de Ruanda dieron el espantoso giro el 6 de abril de 1994, con el estrépito de dos misiles que borraron del mapa el avión en el que viajaba su presidente, miembro de la mayoría Hutu. Todas las personas a bordo del avión murieron, y se desencadenó  un genocidio que costó en 100 días la vida de más de 800 mil personas.

Una vez ocurrida la explosión, en pocas horas, extremistas Hutus tomaron el poder y una ola de asesinatos se desató contra la minoría Tutsi. El casi millón de víctimas que pereció pertenecía a esa etnia, que desapareció en un 85% a manos de los Hutus, situación que generó además, más de dos millones de refugiados según los datos oficiales.

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El 85 por ciento  de la población, los Hutus, agredió, torturó y aniquiló de manera sistemática al otro 15 por ciento Tutsi con un objetivo claro: exterminarlos. Frente a estos hechos La ONU reconoció en 2014 haber fracasado por no detener el genocidio en Ruanda.

Razones para matar

El origen del genocidio que se desató entre el seis de abril y el cuatro de julio de 1994 en Ruanda (África Central), se remonta a la tesis de un contraste étnico implantado por Bélgica. La sociedad en cuestión comenzó a constituirse a partir del siglo VI, cuando comenzaron asentarse en las montañas de Ruanda los Twas, una comunidad de raza pigmeoide que hoy en día conforma el uno por ciento de la población de ese país centroafricano.

 Luego se instalaron los Bahutus o Hutus, con características fenotípicas parecidas, que se establecieron muy rápido dada su alta tasa de natalidad, y quienes actualmente representan el 85% de la población. Ambos pueblos basaron pacíficamente su sustento en la caza y la recolección de alimentos.

En el siglo XV llegaron a territorio ruandés los Batutsi o Tutsi, que solo representaban el 15% de la población, pero manejaban la ganadería como medio de supervivencia, por lo que pasaron a dominar a los Hutus.  A partir de allí, se rompió la unión entre los Hutu y Tutsi.

El reparto de lo ajeno

Posterior a esta ruptura, entre 1884 y 1885 en Berlín, Alemania, los países europeos se repartieron las tierras de África y una vez hecho, fueron a tomar posesión de lo que ahora les pertenecía. De esta manera invadieron a finales del siglo XIX.

Después de  fracasados intentos de Alemania por alcanzar el control total de Ruanda, Bélgica entró en juego poniendo mano de obra centroafricana Tutsi, con el fin de explotar los recursos naturales de Zaire (hoy República Democrática del Congo).

Ese hecho produjo que los Tutsi implantaran la presunción de seres superiores, a consecuencia de las manipulaciones de Bélgica, que promovió falsas teorías antropológicas e inspirándose en el discurso y métodos “científicos” del francés Joseph Gobineau, quien sostenía valoraciones acerca de la pureza y de cómo la pérdida de pureza racial por la mezcla de sangres incidía, sobre la decadencia de los pueblos, es decir, la teoría de la “raza pura”.

En Ruanda se empezaron a medir cráneos y narices para probar que los Tutsi eran genéticamente superiores a los Hutu”, argumentó la articulista Paloma Casaseca del sitio web Rebelión.

Las “manos santas de Israel” en el genocidio ruandés

Francia, Estados Unidos e Israel, resultaron salpicados en su complicidad durante el genocidio, el régimen sionista de Israel fue coautor, tras haber enviado armas a ese país centroafricano, según publicó en enero de 2015 pasado el diario israelí ‘Haaretz’.

La noticia se produjo a finales de diciembre de 2014, cuando un equipo de abogados pidió los documentos sobre la exportación de armas israelíes a Ruanda que acabó con casi un millón de personas en la masacre de los 100 días. Todo quedó al descubierto.

Durante 20 años Israel logró mantener en secreto la significación de estos datos, por la posible exposición al peligro su aliado USA, frente al medio oriente.

Las averiguaciones ahora públicas, señalaron que Israel profundizó la arremetida con la utilización de rifles, balas y granadas, por lo que el grupo de expertos y activistas de ese país concluyeron que “la venta de armas israelíes a los gobiernos que cometieron genocidio” es inaceptable.

Ninguno, es inocente

El abogado Eitay Mack, resonó las declaraciones de una de las vendedoras israelíes de armas: Sara Leibowitz-Dar, cuando esta visitó el “Valle de la muerte” en 1994 en Ruanda, donde se mostró “orgullosa” de la efectividad de sus mercancías, que ayudaron a que las víctimas perdieran la vida instantáneamente.

El profesor Yair Auron puntualizó que “enviar armas a un país donde está ocurriendo un genocidio es igual al envío de armas a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial”.

El documento ratifica la “profunda implicación” del entonces ministro israelí de asuntos exteriores, Shimon Peres, y el primer ministro y ministro de asuntos militares, Isaac Rabin, dado que esas armas fueron enviadas desde el aeropuerto Ben Gurion (al sureste de Tel- Aviv), situación que requería para su salida, del consentimiento y aprobación de los altos funcionarios.

La ONU en 2014 pidió perdón a los familiares de los caídos por la inacción del organismo al momento de estos sucesos.

Fuentes consultadas:

http://www.telesurtv.net/news/21-anos-del-genocidio-en-Ruanda-20150401-0096.html

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=94668